19 de febrero de 2012

Tomarse la vida en serio y convertirla en un carnaval

No me gustan demasiado las fiestas de Carnaval. Hay quien las ve como un momento en el año en el que se pueden hacer cosas distintas sin que nadie te mire mal, en el que poder ocultarse tras una máscara. Pero quizás, no deja de ser otra moda más, otra costumbre de masas de algo que hay que hacer sólo cuando toca. En Carnaval hay quien se siente libre, aunque sólo sea porque "hay que hacerlo" para luego volver resignados a un mediocre día a día.

Por eso, sin mirar el calendario, yo me salgo de mi piel para meterme en la ajena siempre que puedo o me apetece, me puedo fabricar un personaje, como un clown, lo creo y me lo creo... y dejo que tome el control de mi y me divierto con él.
ClownClub en la batalla de barro en Guadalest 2010.
El por qué de esta foto aquí, lo dejo a interpretación
del lector. Busquen relaciones :) puede haber muchas.

Procuro usar todos los músculos de mi cuerpo (y los que me invente) para reír, bailar o andar raro por la calle, y sentir en ellos el frío y el calor, el roce, las caricias y los golpes.

Puedo ir en manga corta en invierno, para notar que es invierno. Procuro llevar el fuego por dentro. Y cuando llego a casa, si me coges de un brazo, verás que traigo conmigo el frío de la calle, verás que he sentido el frío. Y podrás comprobar que por dentro sigo funcionando, y que bastan unos minutos en casa para volver a entrar en calor.

Miro a los ojos de los demás, intentando siempre ofrecer algo amable, lo esperen o no. Antes que esperar de los demás, ofrecer. Pocas cosas hay más bonitas que recibir de vuelta esa amabilidad en una mirada, ofrecida y no esperada.

La vida se elabora de día y se siente de noche. Como esas cosechas que se siembran en verano y se recogen en invierno. Pero cada día tiene un día y una noche. Y ya va siendo un crimen desperdiciar días y desperdiciar noches.

Disfruto y me divierto mofándome de las normas establecidas. De todas, las que cumplo y las que decido no cumplir. Romper una norma establecida el día establecido para romper una norma, no es más que seguir haciendo lo que está escrito que hay que hacer.

Por eso hago regalos de "San Valentín" en septiembre, aunque también regalo en Navidad. Asisto a una cena de empresa con la corbata pintada en la camiseta, pero no voy a trabajar en bañador. Hago bromas entre canciones en los conciertos, pero nunca interrumpo en una conferencia. Como helado en invierno y me regalo con una sopa caliente en verano, pero disfruto de la fruta fresca de temporada en su momento. Por eso no fumo aunque me encanta el tabaco, o en un bar pido "lo mismo que tú". Porque poco a poco, aprendo a ser más libre y decido qué quiero, porque cada vez más confío en mi criterio, cuándo quiero obedecer y cuándo decido rebelarme, sin fechas prefijadas, patrones de desobediencia ni modas. No soy un rebelde, ni un conformista... intento ser lo que quiero ser, durante todo el año.

La vida es un carnaval.

Inspirado a partir del hermoso texto de Estitxu "Licencia de Carnaval"

1 comentario:

Estitxu Sin Más dijo...

theAmo el Carnaval porque hace natural aquello que normalmente nos escandaliza:

Salirse de la piel habitual para ser piel ajena,
bailar y reír con músculos que no sabía que tenía,
sentir el fuego de la calle en pleno invierno,
poder mirar a los ojos de los demás sin esperar nada amable,
que los nocturnos se muestren tranquilos y dueños del mundo,
mofarme de las normas establecidas y hacer, precisamente, todo lo contrario a lo que está escrito,

compartir, al fin y al cabo, la catarsis de estar vivo y no saber.