30 de junio de 2010

Un pulso: Cabeza vs Corazón

¿A quién hay que obedecer?

Haz siempre lo que dice tu cabeza, no hay que obedecer al corazón. Y serás una persona gris, previsible, poco apasionada. Si tu cabeza es superdotada, serás una persona práctica y eficiente, pero sustituíble en la mayoría de los casos por cualquier electrodoméstico o computador.

No, mejor hacer caso siempre a lo que dice el corazón. Es una opinión que está de moda, casi un consejo estándar. Y te pasarás la vida dando tumbos, autoconvenciéndote de que eres feliz así y libre, sufriendo más de la cuenta.

Esto son simplificaciones poco serias, pero que me sirven para aclarar que en mi opinión debe existir un equilibrio. Hay que escuchar a las dos partes con honestidad e intentar buscar un punto medio, un consenso, algo que encaje entre las dos. A veces es muy difícil, porque cabeza y corazón dicen justo lo opuesto. Es un pulso que algunas veces se inclina para un lado, otras para otro. Pero nunca hay que permitir que una parte salga derrotada.

Como durante un tiempo al corazón lo tenía afónico, no escuchaba con claridad lo que me decía, no le hice demasiado caso, y me guié principalmente por lo que me decía la cabeza. No me estaba yendo del todo bien. Ahora le estoy dedicando el tiempo perdido. Dialogo con mi corazón, le pregunto, le escucho, me habla, me llora, me pide cosas. Y estoy intentando transmitir muchas de las cosas que me dice. Intentando reincorporar a mi vida algunas de las cosas que pide. Intentando aplicar algunos consejos que me da. Priorizando sus preferencias. Le estoy dando toda la importancia que creo que tiene y le dejo hablar... y escucho.

Pero tampoco es un "tirarse a tumba abierta" cuesta abajo y sin frenos. Mi cabeza vigila, desde lejos. Estoy dando rienda suelta a mi corazón, pero ya he tenido que autocensurarme en un par de ocasiones. Creo que lo llevo bien, estoy aprendiendo y por fin consiguiendo cierto equilibrio, tan esperado y tan difícil de encontrar. Ahora toca, en algunos aspectos, volver a inclinar el pulso al otro lado. Sólo en algunas cosas concretas, seguiré escuchando a mi corazón, que todavía tiene mucho nuevo que decirme, pero le voy a trazar un par de líneas una aquí, otra algo más allá, que tampoco quiero que se descontrole. No es el momento, creo. Llegará pronto.

(El corazón tiene un pulso con la cabeza. Uno tira a un lado, el otro al contrario. No hay que permitir nunca que uno salga vencido, hay que mantener el pulso vivo.)

28 de junio de 2010

Ya no me cuesta desnudarme (Parte II)

Lo que voy a escribir a continuación es quizás aquello de lo que nunca he hablado, de lo que desde hace varios años siempre he reuhído hablar, por vergüenza, timidez o no sé qué otras paranoias. Por eso va debajo de este título, como segunda parte. Ahora ya no me cuesta hablar de esto y voy a aprovechar las nuevas sensaciones que estoy teniendo al pensar en voz alta. Escribiendo esto habré cruzado otra pequeña meta. Para mí, es el texto más duro de escribir.

Pasan cosas que no esperas, otras que esperas no pasan. No paro, voy como loco de un sitio a otro. Me divierto, aprendo, soy feliz, pero no lo tengo todo. No lo quiero todo, me suelo conformar con poco, con los pequeños logros de cada día. No tengo grandes objetivos a largo plazo, pero sí quiero conseguir todo lo importante. Yo ya tengo casi todo, pero aun quedan cosas pendientes. Y buscando, tratando de encontrar todo lo importante, pasan oportunidades que no cojo porque pienso que realmente no lo son. Pasan oportunidades que no cojo por temores. Pasan oportunidades disfrazadas de otra cosa que no soy capaz de captar. Pasan otras cosas disfrazadas de oportunidades que cojo equivocadamente. De vez en cuando acierto, otras muchas no. Entre ellas, la oportunidad de encontrar de nuevo, a alguien con quien conectar, con quien hablar sin abrir la boca, a quien dar antes de que pida, con quien proyectar y compartir sueños. La verdad es que estoy algo harto de sonreír y callar cuando tanta gente me pregunta "¿y a qué esperas para echarte novia?"

Durante mucho tiempo, demasiado, por motivos personales muy íntimos, creí necesitar mantener la cabeza escondida bajo el ala. Dejar que pasara algún tiempo. Dejar curar. Dejar correr. Quizás fue bueno, pero tardé en darme cuenta de que ya llevaba demasiado tiempo así, sin avanzar ni un pasito. Así que me puse en marcha, poco a poco fui cogiendo ritmo. Volvió a cambiarme el carácter, en realidad, recuperé el mío propio, volví a creer en mi mismo, volví a creer en la gente, volvía poco a poco a ser YO, algo bastante parecido a lo que quiero ser, a lo que me esfuerzo por ser. El tópico del Ave Fénix... pues eso: Ahora soy más fuerte que antes, más comprensivo, más abierto, más optimista... soy más, me siento mejor. Algo que ahora me duele, es el tiempo perdido en el proceso, creo que más tiempo del necesario, demasiado tiempo perdido. Hoy tengo más cosas, me siento más realizado y más valorado. Pero sigo teniendo el mismo vértigo a la hora de enfrentarme de nuevo a lo que me derrumbó hace unos años. Bien, soy más fuerte, sí... y me acerco más al borde que antes... pero esa secuela me ha quedado y el vértigo no se va. Y sé... que eso tan importante de lo que hablaba al principio, no lo voy a encontrar mientras siga "cagao" de miedo.

Casi no me cuesta desnudarme, si me preguntas con interés, te contaré cualquier cosa. Ahora ya no tengo miedo a abrirme, ya no tengo tanto pudor en mostrarme, soy lo que ves... y lo que no ves te lo cuento. Si no encuentro pareja no es en absoluto porque me asuste el compromiso, ni porque esté disfrutando de una vida "libre", creo firmemente en la fidelidad sin perjuicio a la libertad... Mi problema es que sigo teniendo ese miedo, que no sé descifrar, que me impide, que no sé de dónde sale ni cómo evitarlo. Tengo mucho miedo a sufrir otra vez por lo mismo. Ese vértigo, ese miedo, lo reconozco desde hace ya mucho tiempo. Y con mi optimismo racional pienso... "ya se irá, poco a poco disminuirá"... y sí, quizás vaya desapareciendo... pero taaaan leeento... que casi no lo noto... y empieza a molestarme, el no encontrar recursos para ganarle la partida.

Tomar riesgos. Arriesgarse, lanzarse al vacío. Ese es el consejo que más he escuchado. Tienen razón, lo sé. Seguramente, para encontrar lo que quiero no sea necesario curar el vértigo. Bastará con vencer el miedo una sola vez. Por fin me creo capaz de intentarlo. Sí... no, pero hoy no, mañana. Quizás ya sea capaz de vencerlo... mañana.

No sé si soy capaz de hacer puenting. Es como si antes lo practicara y tras una mala experiencia le coges mucho miedo. Y quieres vencerlo, pero llegado el momento siempre te vuelves a echar atrás, cuando te viene al recuerdo lo mal que lo pasaste. Hoy soy capaz incluso de planearlo, de ir al puente, disfrutar de la vista, atarme con las gomas, incluso pasar al otro lado de la barandilla.... pero no sé si podría saltar. Y quiero. No sé si lo que necesito es darme aun más tiempo para vencerme a mi mismo yo solo, o si lo que necesito es que alguien me empuje, o que alguien salte conmigo. Pero quiero.

El título dice "Parte II". Quizás haya "Parte III", supongo. Pero será "mañana".


http://open.spotify.com/track/3hFArT3hDAzcAl8ZLmaK2U

http://www.youtube.com/watch?v=ZVyKaCJSwM8

22 de junio de 2010

Llevo bien enganchado un lastre: la desconfianza

Con el tiempo y las experiencias vividas vamos evolucionando. Unas cosas (quizás la mayoría, o las más importantes) a mejor, algunas inevitablemente, por circunstancias, evolucionan a peor.

En todos los textos que estoy escribiendo, evito nombrar a nadie, al menos si voy a decir algo inconveniente. En este caso es necesario referirme a alguien para poder explicarme y pido perdón por ello. No deja de ser mi punto de vista subjetivo, lo que siento o he sentido y en estas líneas no hay ninguna intención de reproche, puede que más al contrario. Espero de corazón que nadie se ofenda por contar esto.

Siempre me ha gustado confiar en la gente. Eso suele implicar decepciones, pero relativizando las decepciones, quitando cierta importancia a la gente que te decepciona y dando mucho más valor al hecho de depositar confianza en la gente y el "feedback" que por ello puedes recibir, compensa. Siempre lo he creído así. Una vez confié absolutamente en una persona. Y cuando digo absolutamente, quiero decir confianza plena, siempre, en todos los sentidos. Confianza en su criterio, en sus decisiones, en su prudencia, en su confidencialidad, en su honestidad, en su fidelidad. Y una confianza contínua, siempre, sin fisuras. Y vives tranquilo y agradecido por tener alguien a tu lado en quien confías tanto. Quizás tanta relajación no sea tan buena, aunque dudo mucho que un poco menos de confianza hubiera evitado algo. Pero me di cuenta tarde de que durante un tiempo, me estuvo engañando en lo que más me importaba. Fue entonces cuando se me fueron al suelo varios pilares con los que estaba construyendo mi vida y mi formación como persona. Y entre estos pilares, la confianza. Si me había fallado la persona en la que confiaba sin condiciones ni dudas ¿en quién podría confiar después?

A partir de ese momento, cosas como "cuéntame qué te pasa, no te preocupes, sé que es confidencial" empiezan a perder valor. Más aun cuando quien te dice eso, un mes después está usando tu "confidencia" con terceras personas para hacerte daño. Y desconfías de todo y de todos, más por autoprotección que por convicción, pero por mucho que quieras confiar, en realidad no puedes. Ese cambio radical de mentalidad desorienta, confunde, duele. Es más, esa desconfianza generalizada recién adquirida agrava mucho más la soledad. La soledad física con la soledad de no querer recurrir a nadie ni apoyarte en nadie.

Con el tiempo, las heridas cicatrizan. Y esto es una herida más. Pero a veces, la cicatriz desaparece y otras no. Esta todavía se ve. Estoy consiguiendo cosas importantes en mi lucha por recuperar la confianza, pero todavía no sé si podré volver a confiar en una persona de la misma forma. El gran problema es que cuando tenga una pareja, querré confiar en ella así, al cien por cien, sin fisuras ni dudas. No sé si lo conseguiré o tendré que aprender a conformarme con menos. Hay quien me dice que pongo demasiadas expectativas en las personas. Me gusta, necesito creer en la gente que quiero y para mi, hay valores que son más que importantes, como la fidelidad, la lealtad y la sinceridad.

Creo que yo no he traicionado la confianza que alguien haya puesto en mi, al menos en temas personales o delicados. Si alguien piensa que sí, ojalá me lo diga y pueda repararlo. Pero tengo el convencimiento vital de que no quiero jamás fallarle a nadie en esto y menos en la pareja. Yo no me veo capaz de engañar a alguien a quien amo. Nadie está libre de cometer errores... y los errores del pasado poco deben contar hoy si se aprendió la lección. Hice, hago y haré todo el esfuerzo necesario por no fallarle a nadie en este sentido. De la misma forma espero tener la suerte de no sufrir otra decepción parecida, no tener que volver a pasar por eso.

(Al contrario de mucha gente, creo que la fidelidad no coarta la libertad. La desconfianza sí)

20 de junio de 2010

No te puedes llevar con la mano un trozo de río

Acercas la mano, tocas el agua, te refrescas. Notas el agradable masaje que te regala el movimiento y la fuerza del agua. Juegas un poco con la corriente, salpicas, te entretienes con las burbujas, las gotas, el agua se cuela entre los dedos, la impulsas con la palma, desvías la corriente, el agua salta por encima de la mano, la rodea, se acarician río y mano. Puedes cerrar los ojos e imaginar cualquier cosa. Te sumerges en el placer de tocar el río o en la relajación de dejar que el río te toque.

Pero cuando cierras la mano, no puedes llevarte ni un poquito. Tan pronto sacas la mano, por rápido que lo hagas, por mucha decisión que pongas, el río sigue allí, exactamente igual que antes. Como si nunca lo hubieras tocado. Te acercas de nuevo, sumerges tu mano, vuelves a empaparte de la vida del agua, pero al sacar la mano sólo quedan restos de humedad... y el río... como si nada. Los surcos en el agua que se formaban al acariciarla, desaparecen en el instante de quitarla. Los círculos que se dibujan en la superficie, se alejan y se desvanecen.

Como cuando te acercas a alguien, quien te llena con sólo su proximidad, su atención, su mirada. Y cuando vuelves a ti mismo, sólo tienes un dulce recuerdo, un poco de agua en la mano, y la triste incertidumbre de que quizás, nunca tengas más que eso. La frustración de que quizás no hayas influido en nada en esa corriente de agua, más que desviar unos instantes algunas gotas. La desesperanza de pensar que quizás, el río no te espere de nuevo. El vacío de creer que quizás nunca seas lo suficientemente importante como para atraer el curso del agua.

A veces, intentar acercarte a alguien puede ser tan incierto, tan frustrante y tan desesperante como intentar llevarte con la mano un trozo de río. Una vez en mi vida, fui ese río. En dos ocasiones, la mano. Ojalá, nunca más.

(Las personas tenemos la capacidad de ser distintos a los ríos: podemos cambiar nuestro curso a voluntad. Usemos esa capacidad, especialmente cuando una mano se acerca a tocarnos.)

17 de junio de 2010

La tengo de 25 centímetros

Ya sé que parece mucho, no es un farol, va en serio. Cuando está estirada a tope me mide 25 centímetros. Y no lo parece, porque no la tengo gorda ni aparenta grande, pero la realidad es esa, mide 25 centímetros. Te la enseño cuando quieras y lo compruebas.

Comencé este ejercicio de escribir sobre mi para aprender a rebuscarme en el interior de una forma nueva, más calmada y reflexiva. Expresarlo y tener la oportunidad de revisarlo pasados los días, o meses. También como un ejercicio de apertura de mi mismo hacia los demás. Claro que me lee poca gente, no soy un anuncio en la tele, pero con esto consigo rasgar el espeso y a veces molesto telo de la intimidad y la cobardía de no mostrarme.

Y al ponerme a escribir, uno tiene tendencia a dejar salir primero las cosas que no huelen bien, airear la casa, hablar de penas, problemas o dolores. Está bien, muy bien, poderlos compartir con ciertas personas. Es gratificante, constructivo y reconfortante leer respuestas, públicas y privadas. Pero uno no está hecho sólo de oscuridades, temores y fracasos.

¿Os he dicho que me mide 25? No será importante, supongo que no, al menos para casi nadie. Pero es cierto y estoy orgulloso. Y esa envergadura me permite muchas alegrías a lo largo de la vida. Pero tengo más cosas buenas y mucho más importantes. No voy a convertir esto en una oda a mí mismo, no soy yo el más apropiado para hablar de mis cosas buenas, me basta con notar algún gesto de vez en cuando de la gente que me rodea. Pero sé que las tengo, sin duda.

Más que nada, no quería tampoco dar la impresión a la gente que me está leyendo de que estoy deprimido o con una crisis de identidad. De que me estoy volviendo loco o gris. Loko siempre he estado (pero con 'k'), sigo teniendo la cabeza llena de colores, sigo riéndome mucho, tengo mil músicas en el alma, el corazón lleno hasta arriba de amor y ternura, los pies cargados de energía para volar, las manos limpias y honestas, brazos fuertes para sostener a quien haga falta, piernas delgadas dispuestas a impulsarme donde sea, una espalda acostumbrada a llevar peso, un estómago dispuesto a recibir litros de cerveza, unos ojos que desean mirar a través de las cosas, unos oídos atentos, un cuello que espera un beso y un pelo que da envidia. Y el culo blanco.

Si me abro contando mis cosas no-tan-buenas, recuerdo que también está mi yo positivo, optimista, divertido, cariñoso, sincero y práctico para lo que haga falta. Pero tendrás que descubrirme. Yo sólo doy el primer dato: mi mano, abierta y estirada, desde la punta del meñique hasta la punta del pulgar, 25 centímetros exactos.

http://open.spotify.com/track/6NNMZ6ydDfQtRaZontP3G9

http://www.youtube.com/watch?v=0P2Dirtm6DU

16 de junio de 2010

Soledad, aquí están mis credenciales...


Otro día escribiré sobre cosas con las que me identifico. No pretendo, ni mucho menos, convertir esta especie de "blog" íntimo en un homenaje a Jorge Drexler. Ya hablé de una canción, hoy toca otra y queda al menos una más. Lo que pasa es que me identifico con sus letras, con su forma de componer, con su forma de grabar y de entender la música. Y últimamente, en bastantes momentos más o menos importantes estuvo de fondo Drexler. Este es otro de ellos:

Hace de esto meses arriba, meses abajo, unos 3 años. Aquel día, había concierto de Drexler en el Teatro de Elda. Ibamos a ir tres, mi hermana, mi cuñado Manolo y yo. Salí desde Alicante yo sólo en mi coche. El concierto pertenecía a la gira promocional de "12 segundos de oscuridad". El día anterior al concierto pude escuchar ese disco por primera vez y lo hice sin poder prestar demasiada atención. Recuerdo que tenía el listón demasiado alto, después de "Sea" y sobre todo de "Eco" me parecía que no se podía superar a sí mismo. Escuché el disco y en ese primer contacto me pareció sensiblemente inferior a los anteriores. Al día siguiente, el día del concierto, pude escucharlo de nuevo en el coche. Empezaron a gustarme cosas, pude prestar atención a la letra de la canción que da nombre al disco, la entendí... y me encantó. Me gustó el sonido del tema "Soledad" y el dueto con María Rita, pero no pude atender a la letra. Camino de Elda, por la autovía y con mucha tranquilidad, volví a escuchar "Soledad" prestando atención a la letra.

Soledad (Jorge Drexler, 2006)

Soledad,
aqui estan mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo
que pasaremos juntos temporales,
propongo que tu y yo
nos vayamos conociendo.

Aquí estoy,
te traigo mis cicatrices,
palabras sobre papel
pentagramado.
No te fijes mucho
en lo que dicen,
me encontrarás en cada cosa
que he callado.

Ya pasó,
ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir
es indoloro.
Qué raro que seas tú
quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca
supe bien cómo estar solo.

Lo que ocurrió justo después nunca lo he contado, me lo impide esa vergüenza de la que hablaba en mi anterior entrada del blog y no lo sabe absolutamente nadie. Me pilló conduciendo a la altura de Monforte. La letra de esa canción, la entonación susurrada de Drexler y María y la intimidad de la música me pegó tal mazazo que me emocioné al final, justo al final de la letra. Intenté sobreponerme, pero la letra, entera, tal cual, se repite de nuevo desde el principio. Y a la segunda vuelta no sobreviví. Rompí a llorar como hacía tiempo que no lo hacía. Cogí tal congestión que me fue imposible conducir y tuve que parar en la gasolinera de la salida de Novelda. El tiempo que tardé en recuperarme casi me cuesta llegar tarde al concierto (como siempre que llevo entradas de los demás además de la mía). Ya en el concierto, a mitad del mismo, Drexler la interpretó y nuevamente se me paró la saliva en la garganta como una pelota de tenis y volvieron a aguarse mis ojos. Creo que mi hermana no se dió cuenta, no sé, decirme no me dijo nada.

Es como si hubiera compuesto yo esa canción, es la melodía justa, la velocidad perfecta, los arreglos exactos que habría hecho yo si tuviera el talento suficiente como para fotografiar con música lo que ocurre en mi cabeza. Y a la letra, ni le puedo poner ni quitar ni una palabra. Lo expresaba todo, tal cual era, en aquel momento.

Era un momento en el que yo me creía que ya tenía algunas cosas superadas. Siempre tuve a mi numerosísima familia al lado, cada día, todos los días. En el trabajo tenía muy buen rollo con todo el mundo, me llevaba de forma correcta y cordial con mi ex, me llevaba muy bien con toda su familia, estaba conociendo a mucha gente en el mundo de la música, a tocar, a relacionarme, a ser valorado, a sentirme querido... no sabía que todavía podía sentir la soledad de esa forma.

Hoy me sigue emocionando esta canción, a veces hasta duele. Ese dolor "dulce" que no hiere pero empaña. Pero ya no me afecta tanto, no es capaz de derrumbarme. Es más, me encanta escucharla, vivirla, sufrirla y vibrar con sus notas. Ahora es un color más que forma parte de mi paleta personal, con la que sigo pintando hoy. Y con ese color, cada vez que la escucho, me dibujo rayitas en el horizonte para recordarme que no quiero volver a llorar por eso. Y sobre todo que, haré siempre todo lo que esté en mi mano para que nadie a quien yo quiera, pueda sentir esa tristeza.

http://www.youtube.com/watch?v=5fWPbdMG0dY

http://open.spotify.com/track/58W8oOa1q7TQUpGmAYazFZ

15 de junio de 2010

Ya no me cuesta desnudarme (Parte I)


Siempre fui tímido. Lo sigo siendo. Siempre fui introvertido. Eso lo fui cambiando con los años y con las experiencias. Siempre fui reservado. Desde hace poco estoy aprendiendo a no esconderme tanto.

Como casi cualquier niño, después adolescente, viví, crecí y evolucioné con mis valores, mis ideales, mis complejos y mis inseguridades. Siempre me dio vergüenza compartir mi intimidad, a causa de esto nunca tuve un "íntimo" amigo, muchos amigos, pero ninguno con un lazo afectivo especialmente fuerte. He sido confesor y guardián de la intimidad de bastante gente, quizás llegué a adulto algo joven (eso me han dicho muchas veces y puede que tengan razón). No pocos amigos, sobre todo amigas, me han tenido como un buen consejero, o un "oyente" de confianza siempre que han necesitado a alguien que les escuche. Y a pesar de que al parecer se me da bien, nunca fui capaz de ponerme en el otro lado, de hablar de mi, de confiarme a alguien.

En realidad, en toda mi vida sólo he tenido una amiga así, con la que yo no tenía ningún secreto, ni me daba ningún reparo absolutamente nada. Nos hicimos novios. Viví en primera persona lo del "uno más uno son mucho más que dos" durante bastante tiempo y con mucha intensidad. Me casé con ella. Formamos una familia. Con ella y con el indescriptible y maravilloso entorno de gente que nos rodeaba, aprendí tantas cosas que siempre estaré agradecido, a ella, a pesar de todo, y a los amigos que teníamos. Hoy también soy fruto, especialmente de aquella etapa.

Pero se fue, se acabó aquella historia de una forma muy trágica y violenta para mi. Me quedé entre otras cosas, sin mi única íntima amiga. También necesité alejarme bastante de aquel entorno de amigos, y por tanto, quedé bastante aislado y sin haber aprendido del todo aquello de confiar mi intimidad y mis pensamientos a alguien. Lo intenté con 2 o 3 personas, alguien con quien hablar, con quien desahogarme. Con una no conectaba, la otra me traicionó...

Hace 5 años y medio que explotó todo esto y sigo buscando ese amigo o amiga de plena confianza que casi todo el mundo tiene uno y sólo uno. Pero algo sí que he descubierto y he ganado en los últimos meses: ya no me cuesta desnudarme. Ya no tengo tanto pudor al hablar de mi, de mis sentimientos o de mis defectos. Ya he descubierto que todos tenemos de todo eso y no tiene demasiado sentido esconderlo siempre. Tampoco soy un kamikaze que va contando cualquier intimidad a cualquiera. No. En alguna ocasión me he equivocado y como dije antes, me han traicionado la confianza y me han hecho mucho daño. Pero sí que tengo a bastantes personas en las que confío o quiero confiar, con las que no tendría ningún problema en abrirme completamente si percibo un interés en escuchar. Y tengo que decir que me encanta verme así, saberme por fin capaz de hacerlo.

Teniendo buena gente alrededor, nada puedo temer. Quizás algo salga mal algún día, pero sé que tengo mucho más que dar y que recibir de la gente a la que aprecio especialmente si me quito las máscaras y me dejo ver mejor. Tengo confianza en lo que soy, fuera complejos, fuera miedos. Precisamente todo lo que últimamente vengo escribiendo, lo que publico y lo que se queda sin publicar, es una prueba de mi esfuerzo, de mis ejercicios para conseguir esto, dejar que quien quiera conocerme, pueda hacerlo. Y todo esto lo he ganado también gracias a lo que he visto en algunas personas, que no voy a nombrar ahora. Más de uno ni se imagina que está en esa lista. Gracias, aunque no lo sepáis.

He lanzado lo que soy al aire, para quien quiera verlo.


13 de junio de 2010

Esta es mi mano

Esta es mi mano, mi mano izquierda. La derecha es igual, pero al revés. Son muy parecidas, viven juntas y hacen casi lo mismo. Pero no lo mismo, se complementan. Hoy me apetece hablar de mi mano, porque estoy orgulloso de ella.


Es una mano tendida, puedes cogerla cuando quieras. No te la puedes llevar porque está pegada al resto del cuerpo. Pero la puedes tomar sabiendo que yo estoy detrás. Puedes dejar algo en ella, que intentaré cuidarlo bien. Sea algo material o no lo que dejes, siempre agradeceré la confianza depositada en dejarlo allí en vez de elegir otro sitio. También saben recibir. Les encanta recibir cosas de otras manos generosas sin intereses ocultos.


Mi mano es feliz al encontrarse con otras manos. Otras manos con las que construir juntos, con las que aplaudir al mismo tiempo, con las que hacer sonar instrumentos, o hacer chocar vasos con cerveza. Me gusta usarlas para tocar la espalda de un amigo cuando nos encontramos, creo que pueden transmitir algún tipo extraño de energía de ida y vuelta de un cuerpo a otro. Es precioso hacer cosquillas a los niños y poder disfrutar de sus risas. Hacen música, escriben, sujetan, transportan, ... expresan...


Sé que tienen nostalgia de algunos gestos muy bonitos, como apartar el pelo de la cara de alguien para que yo pueda mirarle a los ojos, o de acariciar otras manos.


Aun así, nunca me han fallado. Siempre están ahí, tendidas, esperando, incansables. Es la parte del cuerpo que más puedo alejar de mi, la más independiente. Así que no serían tan valiosas si no sirvieran para interactuar con los demás, para compartir lo que soy con los demás.


Quiero a mis manos. Y por eso, si las quieres, ya sabes dónde están, dispuestas, esperando.


http://www.youtube.com/watch?v=NuxS-9t3tnY


http://open.spotify.com/track/0nvIhBnscX9w7P2yrqxB6K

8 de junio de 2010

Todo se transforma

La historia que voy a contar, por "fabulesca" que parezca, es completamente real, hasta el más mínimo detalle. En plena crisis emocional y personal, en mitad del derrumbamiento general del mundo que había creado y en el que había creído, hace unos 4 años, me pasó la siguiente anécdota:

Salí de casa como cada mañana. En lugar de ir a trabajar, pedí las primeras horas de la mañana para realizar gestiones personales urgentes. Tenía previsto ir a trabajar más tarde. Pongo un CD con unos 120 mp3 mezclados y variados de música, con reproducción aleatoria. Temprano, voy al banco, aparco cerca, en zona azul. Cuando estoy aparcando, me suena el móvil. De la oficina, que ha habido una avería en la centralita telefónica y están sin teléfonos fijos ni fax. Doy instrucciones de dónde tienen que llamar y digo que iré lo antes posible. Busco dinero para pagar la zona azul y sólo tengo moneda de 2 euros. Por no perder tiempo buscando cambio, pago 2 euros en lugar de los 30 céntimos que serían más que suficientes. Entro al banco, salgo en 3 minutos y cojo el coche. Cuando estoy saliendo del aparcamiento, otro coche quiere ocuparlo. Salgo y paro, me dirijo al coche que aparca en mi lugar y le doy el ticket, ya que yo he perdido el dinero, que le sirva a otro.

Me voy hacia la oficina del Racc Club, para recoger mi nuevo carnet de conducir, que caducó el día anterior y a recoger justo al lado unos documentos de una notaría. De camino, me suena el móvil. La delegación de Tenerife, que tiene problemas con los ordenadores y el servidor. No pueden conectar y por tanto no pueden trabajar. Les digo que no puedo hacer nada, que paren y esperen a que llegue yo a la oficina. Empieza el nerviosismo en mi... y ya me muevo con mucha prisa. Llego a la notaría e intento aparcar. No hay huecos. Me suena el móvil: la oficina, de nuevo. Que ya ha llegado un técnico para lo de la centralita, que no puede hacer nada hasta que yo no llegue.... y yo buscando aparcamiento en el centro de la ciudad. "Que por favor se espere, que tardo media hora (espero), que vaya probando esto y lo otro". Mientras, media empresa paralizada, sin teléfonos ni ordenadores, unas 20 personas sin poder trabajar bien.

Buscando aparcamiento, circulo despacio y veo que alguien abre la puerta de un coche: -"¿Se va usted?" -"No, lo siento". Sigo buscando. 6 metros más adelante, otro que abre un maletero: -"¿Se va?" -"No". Circulo 4 metros más y paro en un cruce. Alguien me toca en el cristal. Una chica joven, guapísima por cierto. Bajo la ventanilla y me dice "creo que buscas aparcamiento, te veo apurado... en la manzana siguiente tengo mi coche y me voy". ¡Un ángel! [al que, tonto de mi, no le di el teléfono ni le pedí el suyo]. Le sigo, me hace un gesto, paro, saca su coche y aparco el mío, a 20 escasos pasos de donde tenía que ir. Cuando estoy terminando la maniobra, me vuelve a tocar el cristal, bajo la ventanilla y me da un ticket de zona azul "toma, que me ha sobrado mucho importe y seguro que te vendrá bien... hasta luego"... yo, tonto y más que tonto, sólo acerté a decirle... "gracias!"... mientras, casualmente, en la reproducción aleatoria de mi CD, que tenía sonando una canción que ni siquiera estaba escuchando, comienza en ese justo instante a sonar el estribillo "Cada uno da.... lo que recibe, y luego recibe lo que da... Nada es más simple, no hay otra norma, nada se pierde, todo se transforma".

Ni que decir tiene, que tan pronto llegué a la empresa, encendí mi ordenador y antes de hacer nada más, inicié MSN y puse en mi estado exactamente eso, el estribillo completo. Los que me conocen, saben que tuve perenne e invariable ese estado durante al menos dos años.

En aquel momento no quise que se me olvidara nunca esa anécdota ni ese estribillo. Ahora pongo ya otras cosas, pero seguro que aquel nunca se me olvida. Y desde entonces, todavía si cabe, tengo ese lema mucho más presente que antes.

No sé por qué, tengo muchas cosas que agradecer en mi vida a las casualidades, para bien, a veces para mal. Pero siempre se aprende, si quieres.

Dar aquí, recibir allá. Ser generosos, no comerciar. No dar a cambio de. Colaborar con la magia caótica del intercambio libre de leyes. En bienes, en tiempo, en recursos, en amores. Todo se transforma.... cada uno da... y luego recibe lo que da....

Jorge Drexler – Todo se transforma

http://www.youtube.com/watch?v=p8Zp-h1NSpM

.